Basajaun larri dago. ¿Por qué plantamos cerillas en los montes de Euskal Herria?

¿Qué está pasando en los Bosques? ¿Por qué arde la cornisa cantábrica? ¿Por qué se quedan marrones los pinos?¿Por qué tenemos tantas inundaciones y desprendimientos de laderas? ¿Cuál es causante y efecto de esta situación? Son muchas las incógnitas que quedan sin resolver y muchos los temas y las perspectivas necesarias para abordar tan complejo tema. Es por ello que ésta vez he tenido que recurrir a Basajaun (Señor del Bosque y pastor de Árboles) para que arroje algo de luz en tan confusa situación. Tras un interesante diálogo con tan amable ser mitológico expongo aquí una humilde recopilación de mi opinión al respecto.

Antes de nada necesito aclarar dos cosas:

Uno. El bosque no se quema, lo queman. Lo queman y además se facilita la propagación del fuego. ¿Por qué digo que lo queman? Como recogen las estadísticas en Cantabria, en el periodo 2005-2014 el 81,04% de los focos fueron intencionados, a los que hay que añadir otro 13,35% por causas accidentales, también obra del hombre. De los intencionados 91,93% y de los accidentales 86,03% fueron causados por ganaderos que mediante la quema de brezales y argomales ganan terreno al bosque en favor de los pastos. El resto del porcentaje, más minoritario, se completa con la quema de rastrojos, uso de parrillas, cigarrillos mal apagados, chispas generadas por la maquinaria forestal, etc. Pero el porqué se enciende la llama, a pesar de ser importante, no es lo que más me preocupa, iré aún más allá.

Dos. El bosque no es bosque, es plantación. No estamos rodeados de bosques, de hecho éstos son más bien escasos. Lo que vemos al mirar al monte desde casa o cuando paseamos los domingos por las montañas (sobre todo en la cornisa cantábrica) no son bosques. Se trata de cosechas de madera, de campos de troncos, huertas de árboles, vamos, de plantaciones de monocultivos. Hasta ahora, mayoritariamente de pinos, a partir de ahora, desgraciadamente, cada vez más serán de eucaliptos.

Una vez aclarado este tema podremos abordar las preguntas del inicio. La gestión forestal actual de monocultivo está detrás de esas dudas sin resolver. Por mucho que la administración alardee de un 70 o 80% de superficie forestal, ésta no es de facto un 80% de superficie de bosque, ni proporciona los beneficios ecosistémicos que un bosque proporcionaría.  Más bien lo contrario, genera problemáticas las siguientes problemáticas:

  • Inundaciones y desprendimientos de ladera: La gestión de estas plantaciones por matarrasa (corta total de la parcela) supone la exposición periódica de considerables trozos de tierra (en ladera) al aire y a la lluvia, causando desprendimientos de ladera. La falta de cobertura vegetal supone una reducción de la captación de agua en la montaña, lo que se traduce en mayor incidencia de las inundaciones en nuestros valles (donde están nuestros pueblos y ciudades).

 

  • Pérdida de la Biodiversidad: este modelo de gestión perpetua la pérdida de biodiversidad tanto vegetal como animal, en superficie y en el subsuelo. Un bosque tiene que componerse por diversidad de especies; por diversidad de alturas (hierba, arbustos y árboles); y por diversidad de edades y tamaños (jóvenes, maduros, ancianos y madera muerta). Esto permite que vivan diversidad de especies animales en él, puesto que cada especie precisa de un refugio o alimento concreto que solo la diversidad vegetal es capaz de dárselo. Es decir, un bosque es: diversidad, diversidad y diversidad. Por ello, una plantación de una única especie; con todos los árboles de la misma edad; que no permite que crezcan arbustos o árboles jóvenes; que corta los árboles antes de ser maduros o ancianos y que retira la materia muerta, no es capaz, ni de lejos, de proporcionar tales servicios ecosistémicos.

 

  • Degradación del suelo y proliferación de enfermedades: Los pinos se quedan marrones. La misma problemática, diferente manera de manifestarse. Ama Lurra se ha cansado de tanto pino. Llevamos ya 50 años de plantaciones de una misma especie (traída de América). Son más de tres ciclos de plantar y cortar lo mismo en el monte y sin dar posibilidades al suelo a regenerarse. No se ha permitido la proliferación de otras especies o la disposición de madera muerta para re-nutrir el suelo. Por elo, las plantaciones se están debilitando, hasta los pinos necesitan del soporte de la comunidad, de la estructura de bosque. Son tres hongos los que han aprovechado la situación de debilidad y han infectado los árboles con la famosa banda marrón. Pero el problema que hay detrás no es ni el pino, ni el hongo, una vez más es la gestión forestal.

 

  • Proliferación de incendios: La salida adelante en estampida frente a la aparición del hongo (dejado de lado el plan de fumigarnos desde el cielo a todos/as, que el gobierno estatal no ha autorizado) ha sido cambiar de especie. ¿De modelo forestal? No, de especie. Básicamente, hacer lo mismo pero con el Eucalipto. Éste fue introducido más tarde que el pino en nuestros montes (esta vez desde Australia), aunque ya está bastante asentado en comarcas como Uribe Kosta. Pues, si eran pocos, ya tenemos otro problema. El eucalipto impide que crezca otras especies a sus pies. Éste vierte de forma natural sobre el terreno químicos que impiden la germinación de otras especies. Se trata de una especie que impermeabiliza el suelo (y que también se gestiona a matarrasa). Para “solucionar” el problema del pino, con el eucalipto se magnifican exponencialmente todos los problemas mencionados, y además traemos uno nuevo. El eucalipto es una especie pirófila (planta con afinidad con el fuego). Viniendo de la región de donde viene, el eucalipto se arregla bien, y necesita en cierta manera de los incendios. Se trata de una especie que arde con mayor facilidad. Portugal y Galicia ya lo han sufrido los últimos años de manera severa. Sabiendo esto, y sabiendo que los incendios se siguen generando, ¿por qué decidimos plantar cerillas en nuestros bosques? Esa pregunta aún no la sé responder.
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