Revuelta feminista, también en la Iglesia
En tiempos de confinamiento, la calle se convierte en el último lugar que debemos pisar, por lo que las manifestaciones, protestas y revueltas se dejan para un futuro incierto en el que se puedan volver a tomar esas mismas calles. Hoy trato de presentar (y no olvidar) un movimiento social que me hizo especial ilusión en esa época pre-pandemia que tan lejana parece: la Revuelta de las Mujeres en la Iglesia.
Desde el movimiento feminista secular (o ateo) siempre se ha criticado a la Iglesia como una institución claramente patriarcal y que trata de mantener los roles de género asignados, mediante la limitación del acceso de las mujeres a funciones y puestos ministeriales, así como el establecimiento de una moral que condiciona todos los aspectos de la vida personal y familiar de las mujeres. Sin embargo, estas críticas no se han quedado fuera de la Iglesia, sino que desde hace unos años y, especialmente, desde la gran eclosión del movimiento feminista de los últimos tres años, han influenciado a numerosas mujeres, religiosas y laicas, y las han empujado a tomar las calles. Asimismo, la dificultad de promover reformas en el seno de la Iglesia, como se evidenció tras el Sínodo de la Amazonía, empujó a muchas mujeres a reclamar sus derechos, también en la Iglesia Católica.
La Revuelta de las Mujeres en la Iglesia se constituyó alrededor de un manifiesto escrito por varias teólogas feministas e incluía las siguientes demandas. En primer lugar, piden el acceso al diaconado y al presbiterado a las mujeres, para ponerlas en igualdad de acceso a los hombres. En segundo lugar, piden un reconocimiento expreso al enorme trabajo feminizado realizado voluntariamente en todos los ámbitos celebrativos, educativos y de cuidados en las parroquias, además de un reconocimiento expreso a las teólogas que, a pesar de acceder a los estudios, no forman parte de la toma de decisiones en el seno de la Iglesia, sobre todo en lo referente a la modificación de los textos religiosos para eliminar el lenguaje patriarcal y sexista. Finalmente, realizan una crítica a la Iglesia por quedarse atrás en el reconocimiento de las familias diversas, así como en lo que respecta a la protección del sistema económico neoliberal, que perpetúa relaciones de desigualdad entre géneros, países y destruye el medio ambiente.
Las protestas llegaron a realizarse exitosamente en Madrid y Sevilla el 1 de marzo, y se convocaron en otras muchas ciudades como Bilbao el 15 de marzo, que quedaron obviamente suspendidas debido a la declaración del estado de alarma. Sin embargo, este movimiento ha evidenciado que las mujeres de la Iglesia se impacientan ante el inmovilismo de la curia. La apertura de investigaciones por abusos sexuales y laborales a las monjas en el Vaticano ha sido un primer paso visto como positivo por este colectivo, pero, como muestra el manifiesto, se queda demasiado corto y es fundamental que las mujeres puedan y deban tomar parte en las reformas que necesariamente deberán suceder en los próximos años, ya que, actualmente, las mujeres son las piedras y las columnas sobre las que se sostiene la Iglesia.