Si tocan a una, nos tocan a todas
“Si tocan a una, nos tocan a todas”. Se trata de una frase que siempre me ha fascinado. La máxima expresión de la sororidad y el compañerismo entre mujeres se puede resumir en esa frase, de manera que todas las mujeres nos podemos identificar con aquellas que son violadas, abusadas, maltratadas, vejadas etc. Sin embargo, esta frase adquiere un significado especial cuando esa “una” o “unas” se encuentran tan cerca que fácilmente la próxima “una” podría haber sido yo.
En primer lugar, debo reconocer que escribir estas palabras me ha costado más de un año, mucho acompañamiento, autocuidado y sororidad en mi círculo cercano. Porque, en este caso, ese “nos tocan a todas” no era tan figurado. Era real, visible, algo con lo que tragábamos unas y otras, cada una en nuestra medida. Y cuando por fin nos encontramos “a salvo” de ese peligro que habíamos normalizado, el miedo y la rabia se convirtieron en mis compañeras de viaje. Parece sorprendente que, al intercambiar experiencias y vivencias, todas pasemos en un momento por esas dos situaciones, en las que las ganas de huir y los sobresaltos se mezclan con las ganas de odiar e incluso hacer frente físicamente al agresor.
Lo sorprendente es el momento en el que cada una se da cuenta de que esa “una” podría ser ella, en el pasado, en un hipotético futuro. En ese momento, la vida de cualquier mujer cambia para convertirse en una mezcla de víctima, superviviente, luchadora callejera y, en algunos casos, asidua a terapia. Tal y como un accidente grave te hace reflexionar sobre la muerte, cada violación y cada abuso a partir de ese primero es el permanente recordatorio de que es necesario estar alerta, por si pasara.
Ahora, ese “si tocan a una, nos tocan a todas” adquiere un nuevo significado. Nos recuerda que apenas hay espacios seguros y libres de agresiones y que la autodefensa y el cuidado son herramientas necesarias para hacer frente a los agresores y a la parte de la sociedad que se empeña en minimizar el daño que provocan los abusos y las violaciones. Es hora de que en nuestro movimiento, en nuestros equipos y en nuestra chavalería enseñemos estas herramientas, por si, como ha sucedido, se empeñan en empañar nuestra labor educativa con actitudes contrarias a nuestro ideario, nuestra idea de sociedad, y que, no olvidemos, son constitutivas de delito.