ALTURA MORAL

El Papa Francisco acaba de ser entrevistado por Jordi Evole en torno a la crisis de Coronavirus. Cuando le ha preguntado sobre las empresas que en este contexto despiden a trabajadores ha respondido que «Las soluciones concretas las tiene que buscar cada uno. Pero el ‘sálvese quien pueda no es una solución’. Más que despedir hay que acoger». Sobre sus mayores preocupaciones en este contexto ha dicho: «Me preocupa la soledad, hemos tercializado la convivencia. A veces en familia comen juntos pero entre ellos no se comunican. Hoy los padres empiezan a escuchar a sus hijos de otra manera, porque no pueden salir, tienen tiempo de reencontrarse. Sentimos la necesidad de acariciarnos. Tenemos que rescatar la convivencia. Es triste que sea esta tragedia la que recupere la convivencia humana pero está siendo así». Y sobre las personas sanitarias dice: «Les admiro, me enseñan cómo comprometerse y les agradezco el testimonio. Médicos, enfermeros, voluntarios… que tienen que dormir en las camillas porque ya no hay camas en el hospital y no puede ir a su casa, esa es la vida que están llevando». Y les define como «los santos de la puerta de al lado, muchos no son creyentes, otros son agnósticos o llevan una vida de fe a su manera, pero en el testimonio… ves su capacidad de jugarse por el otro, aunque entre ellos haya muertos». Incluso ha admitido: «Ahora no, pero alguna vez he dudado de la existencia de Dios, he tenido mis crisis de fe. Nadie se salva del camino común de la gente». Y ha añadido: «Dios perdona siempre, nosotros a veces, la naturaleza nunca. La naturaleza está pataleando para que nos hagamos cargo de lo que está pasando». Y se ha despedido con sencillez, viviendo y trabajando en reclusión de una manera especial, sólo recibe a las personas de una en una, pero con una dignidad y una altura moral que se puede aplicar a muy pocos dirigentes mundiales.

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