ESTUDIANTES
En 1979 La Unión Soviética invadió Afganistán. Medio millón de personas murieron, tres millones se exiliaron, fundamentalmente mujeres e infantes, a Pakistán y surgieron los muyahidines, que son quienes hicieron frente a uno de los ejércitos más numerosos del momento y le obligaron a retirarse al cabo de diez años. Al tomar el poder los muyaidhines, señores de la guerra, apoyados fundamentalmente por Estados Unidos, mucho tiempo endurecidos y aislados también de sus familias, no consiguieron entenderse para gobernar y se enzarzaron en una guerra civil cruenta que causó un millón de muertos. Mientras tanto, aquellos niños que se habían desplazado a Pakistán, fueron estudiantes islámicos en las madrasas del país. Estudiaron el Corán de manera fundamentalista y afloró el odio y el deseo de recuperar su país. El movimiento talibán se fue agrandando y fue recibido en Afganistán con esperanza para traer seguridad tras aquella sangrienta guerra civil. Cuando en 2001Al Qaeda destruye las Torres Gemelas, y Estados Unidos conquista Afganistán para atrapar a Bin Laden y, de paso, expulsar a los talibanes e instaurar un gobierno títere, que no ha tenido en cuenta las etnias, que ha sido corrupto y en convivencia con los señores de la guerra, aunque se ha mejorado en cierta forma el tratamiento de la mujer, no se pensaba que estos veinte años de guerra significarían la historia de un fracaso, con sesenta mil miembros del ejército afgano muertos, más de dos mil soldados americanos y de otras nacionalidades, y cuarenta mil cadáveres civiles. Así que, cuando hemos visto entrar en Kabul la bandera blanca, que no trae promesas de paz, con el título de Alá es Grande, nos hemos estremecido. El mismo Dios del judaísmo, cristianismo e islam no quita la libertad al pueblo, y especialmente a las mujeres y niñas, tal y como se predica, o se debería predicar, entre unos cuatro mil millones de personas en el mundo. ¿Cuáles son, en ocasiones, las raíces profundas del odio? ¿Cómo educamos en la fe?