La ley del más fuerte

En el maremágnum de elucubraciones, informaciones y debates que surgen en torno a la guerra de Ucrania, surge de nuevo la pregunta en relación a qué actitud tomar ante la guerra.

La cuestión no es si nos preocupa la guerra de Ucrania por las heridas, muerte y destrucción que, además, afecta a muchos pueblos: alimentación, energía… Hay quien apoya la guerra con el criterio de la proporcionalidad entre el mal tolerado, la guerra, y el bien que se pretende conseguir, pero la guerra no es un mal entre otros males, es el mal.

No nos es indiferente lo que está sucediendo y las filias y fobias, la información y desinformación no deben ocultan la decisión fundamental que nuestro mundo debe afrontar pues, como diría Forges: «No hay guerras justas y guerras injustas, sólo hay malditas guerras». La carrera de armamentos, las industrias armamentísticas, los enormes presupuestos dedicados a las armas significan un escándalo para la humanidad.

Iglesias, organizaciones cívicas de todo tipo, innumerables personas individuales debemos implicarnos activamente para que la llamada geoestratégica, la ley del más fuerte, no se impongan, y mucho menos en quienes seguimos entendiendo que nuestra lucha es este tipo de educación.

 

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