QUINTA OLA

Cuando pensábamos que la incidencia acumulada nos ayudaba a ver el final del túnel de la pandemia, el nanovirus, que ni se ve ni se toca, vuelve con su quinta ola y su plaga de incertidumbres a nuestra vida. Se ha dicho que determinados viajes estudiantiles han estado en el origen de la remontada de la curva, también ha subido la incidencia en muchas personas jóvenes no vacunadas, pero a la hora de definir totalmente el origen de los contagios conviene hilar fino. Y eso no significa que hay que pasar por alto determinados comportamientos, también juveniles, que han complicado las cosas, pero el bicho nos iguala ante los contagios y las responsabilidades personales y colectivas son siempre plurales y compartidas. Hay quien no sabe distinguir entre una vida buena y una buena vida. La vida buena piensa en las demás personas, en la colectividad, se siembra con valores, altruismo y generosidad. La buena vida piensa en el propio ombligo. Ya sé que nadie se libra de tener ombligo, que es una parte más de nuestra constitución personal, pero no está de más recordar que no es lo único que existe.

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