RAÍCES PROFUNDAS

Cuando parecía que nuestro mundo no podía ocuparse más que de las consecuencias de la pandemia del Covid-19, la muerte de George Floyd en Estados Unidos a manos de un policía, ha servido de revulsivo no solamente para para evidenciar que la supremacía blanca en Estados Unidos hace sufrir la discriminación en ese país, sino también para recordar que esta actitud tiene sus raíces profundas en la esclavitud, que se practicó en Europa desde los siglos XVI al XVIII. Los imperios europeos crecieron con este comercio denigrante. La ruta organizada fue la llamada ruta triangular, pues los barcos salían cargados de joyas y otros productos desde Europa con dirección a la costa occidental africana, allí intercambiaban esos productos por esclavos que luego vendían en América a cambio de cacao, café, tintes… y vuelta a Europa, Ingleses, españoles… aunque también Portugal y Holanda, principalmente, realizaron auténticas cacerías de personas. Podemos aventurar la extremada dureza de aquellas travesías para aquellas personas, entre once y dieciocho millones, según versiones, al final de las que sobrevivían las personas más fuertes, que después se encontraban con un escenario no menos cruel. En el siglo XIX comenzó el declive de la esclavitud, pero continuó hasta el siglo XX. Y aunque esta práctica es residual hoy, aunque sigue existiendo, se manifiesta con otros nombres en el comercio con mujeres para la prostitución o el trabajo infantil, mientras miramos hacia otro lado.

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