RESPONSABILIDAD SOCIAL
Recuerdo una viñeta de Forges en la que un ciudadano se dirige a un político y le dice: «buenas, vengo a entregarme». «¿De qué se acusa?» -le pregunta el político- «Pues de votarles» -responde el ciudadano. No hay duda de que la desafección por la participación en política tiene su origen en errores cometidos por quienes representan a la ciudadanía, pero, después de conocer que el cuarenta y siete por ciento de la ciudadanía vasca no ha votado en las elecciones de ayer, no tengo más remedio que imaginarme a otras personas descontentas de las decisiones políticas en vigor diciendo: «Buenas, me acuso de no haber votado». Porque cada ley, cada decisión económica, acertada o no, se aplica en relación a los resultados electorales. Y desde la política se cometen muchos errores, pero el mayor error es desentenderse de esa responsabilidad. En algunos casos puede haber razones dignas de comprensión, miedo a la pandemia y otras de diverso calado, pero cuando la abstención se realiza por desinterés por el colectivo social y por falta de responsabilidad, las quejas van a sonar muy huecas. Y es que cada pueblo tiene la clase política que se merece. Con esta afirmación no se pretende hacer una valoración negativa de los resultados de las elecciones de ayer, sino una radiografía negativa de muchas personas que sólo ven culpabilidades y deficiencias en quienes representan a la ciudadanía, pero no mueven un dedo para implicarse. Y son responsables de que determinadas siglas, con quienes dicen que no comulgan, estén en el parlamento. Y promover la responsabilidad social es una tarea educativa.