SUEÑITOS DE PORCELANA
Hoy se celebra el Día Internacional de la Infancia. Ahí va algo así como un poema:
SUEÑITOS DE PORCELANA
(Algunos datos han sido tomados, al pie de la letra, de la realidad)
Me susurran que de genes ancestrales
nace el sufrimiento,
pero estudiamos las fuentes del dolor
y no es una cuestión genética.
El sueño de Muhsin,
palestino refugiado desde antes de nacer en tierra ajena, es
que esparzan sus cenizas junto a las de su padre en Palestina,
pobreza de las pobrezas.
El sueño de Tabhita, niña nigeriana,
secuestrada y esclavizada con otros cientos de niñas, es
no haber nacido.
Sólo despierta cuando sueña.
El sueño de un niño de la etnia rohingya,
en Birmania, es
tener un nombre en el registro,
y así poder llamar al pan,
a las medicinas y a la escuela por su nombre.
El sueño de Juan,
en el vertedero de las afueras de Tegucigalpa, es
ser más fuerte y atrevido que los buitres
en la lucha por salvar del basurero
algo que se pueda comer o vender.
El sueño de Sandra Milena, a sus trece años,
a la entrada de un burdel en Colombia, es
que no aparezca su padre como cliente
después de haberla vendido hace unos meses
para ayudar a la familia a mantenerse viva.
El sueño de Jomara, en Recife, Brasil,
después de haber dormido en la calle,
como los últimos años, desde que se marchó de casa, es
matar el hambre con un trozo de pan
y no aspirando gasolina.
El sueño de Jonh Smith, en California,
no lejos de Disneylandia, es
recoger las suficientes latas de bebidas
para llevar a sus hermanos
algo más que la droga
que mató a su padre, y su madre ansía.
El sueño de Houda, sorda y sin un brazo,
¡maldita bomba!, es
seguir andando,
no ver llorar a su padre por la noche,
y entrar en Alemania para ver una película de dibujos animados
en lenguaje de signos.
Y no se trata de una cuestión genética.
Sueñitos de porcelana rotos en el alma.