Consumismo: la nueva socialización entre menores

El otro día paseando por el centro de Gasteiz pasé por la puerta de una famosa cadena de tiendas de golosinas (de dudosa composición, dicho sea de paso) donde aguardaban varias chavalas con bolsones de chuches y bebidas energéticas. Estaban socializándo.

Esta es la típica imagen del ocio de las y los menores de hoy en día. La realidad que nos rodea está compuesta por ciclos, por lo que las modas adolescentes también y la forma de vivir su tiempo libre no iba a ser menos. ¿El denominador común en todas las épocas? La forma de compartir ese tiempo libre. 

Antaño las formas de socializarse podían ser bien distintas: jugar en el parque, espiar a nuestro hermano/a mayor o pintar con tizas viejas el suelo del patio del colegio. En todos estos ejemplos, la inversión económica utilizada era nula (a excepción de unas tiritas para las heridas de las rodillas si fuera el caso) y siempre implicaba a más de una persona. De esto hace 10 o 15 años, poco tiempo a mi forma de entenderlo, pero suficiente para que el ciclo sea otro. 

Sin embargo, el quid de la cuestión creo que parte de otro detalle: el sentido individualista versus el sentido de comunidad. El dinero mueve el mundo y esta premisa llega a todos los ámbitos de nuestra vida. El consumismo en el tiempo libre es el ejemplo más puro para entender esta idea. La realidad actual es que las y los menores disponen de más dinero. Bien porque se lo proporcionan en el entorno familiar, bien porque se las apañan para conseguirlo con trabajillos varios. Usan ese dinero para consumir ocio y consumen ese ocio en forma de… ¿ir al cine en cuadrilla?  ¿Comprar balones para jugar en el recreo con la clase? Pues no en la mayoría de los casos. Usan ese dinero para comprar la última Playstation, ropa moderna por internet o unos sillones y cascos requeteguapos para poder jugar al Fortnite. 

Mejor o peor, no lo sé. Podríamos pasar horas debatiéndolo. Lo que tengo claro es que en los segundos casos, esas formas de consumir el tiempo libre no invitan a compartir, a pelarse las rodillas, ni a llegar a casa con la ropa sucia. Son cosas que se pueden hacer desde la comodidad de casa y, sobre todo, sin necesitar a otras personas. 

Personalmente, vivo este cambio con mucha pena. La idea de que las personas nos necesitamos unas a otras me parece imprescindible para luchar contra la afirmación de que las personas necesitamos cosas. Como seres lo único que necesitamos es sentir y vivenciar

Cierto es que no me gustaría ver el suelo del barrio lleno de chicles y papeles de chuches de la chavalería a la entrada de esa famosa cadena de golosinas. Sin embargo, también es cierto que me encanta verlas en el banco chillando o escuchando su música . Al menos, lo hacen juntas.

Partekatu!