Desacelerar
Salud mental es sinónimo de bienestar, de equilibrio. De positivismo, de ganas de hacer y crear. De saber estar a gusto en el aburrimiento y también en el frenetismo. El agobio no es salud mental, la presión tampoco. Sentir que tenemos que llegar a objetivos a toda costa y a cualquier precio, no es salud mental. Querer llegar a la cima de la montaña cuanto antes no es bueno. Disfrutar de las vistas por el camino junto a compañeros, sí lo es.
En la educación formal, así como en la no formal, conocen el hecho de trabajar por objetivos. Es el modelo imperante en la realidad: cumplir metas. Producir a toda costa, obsesionarse incluso con llegar.
Cumplir objetivos es bonito y gratificante, positivo para la salud mental. La cuestión fundamental es saber encontrar el equilibrio entre las cosas buenas de los procesos y lo meramente productivo. No es tarea fácil. Este modelo social es muy latente en la educación formal, con notas y constantes pruebas calificadas con números. En la educación no formal, a la hora de educar, al poner objetivos para casi cada uno de los momentos del día. En el ámbito familiar, en casa, cada vez que se empeñan en que hay que apuntarse a diversas actividades para aprovechar el tiempo. Todo, porque es como nos han construído con anterioridad a todas las personas.
Una vez más, por el bien del autocuidado, es necesario desaprender, desacelerar. Comprender que el bienestar reside en la calidad, no en la cantidad. Hay que aprender y enseñar a disfrutar de las buenas y duraderas compañías, aunque éstas no sean numerosas, a regalarse y dejar que otras personas se regalen. A cuidarse, pero de verdad. A ir al monte, no a subir la montaña. A gestionar conflictos, no a tener la razón. Porque si las personas se sienten bien, actuarán y se relacionarán mejor.