Educar nuestra mirada
Hoy mismo una alumna me ha preguntado si estaba llorando. Un pequeño detalle le ha podido confundir. O no, pero a mí me pasa lo mismo: nos estamos haciendo expertos en juzgar miradas. Andamos a tientas. Barruntamos rostros de los que apenas vemos franjas. Quizás, por eso, cuando hablamos de educación, nuestras dudas y preguntas se centran en los próximos días y semanas, en aulas o centros en cuarentena y en cómo gestionar las novedades y situaciones de siempre con reglas nuevas que priman la seguridad. Esa mirada paliativa, al día a día, no llega a tocar la oportunidad de estos tiempos para jugar a largo, para hacer mejoras de calado que den respuesta, no sólo al síntoma, sino a la raíz de lo que nos está pasando.
Volver hacia atrás no tiene sentido. Así que planteémonos el sano ejercicio de juntarnos a pensar lo que queremos que sea. Y hagámoslo con atención, cuidado y creatividad crítica.
Haciendo ese ejercicio descubrimos hace tiempo nuestra vocación y que la educación es la llave maestra hacia la superación social, la que pondrá las bases para que nos hagamos preguntas más verdaderas para “aprender a ser, a conocer, a hacer, a vivir juntos”.
Si cogemos la altura suficiente deberíamos ver las cuestiones más estructurales que afectan a la educación. Hablarlas es una de las formas de acercarnos a ellas.
El papel de ascensor-equilibrador social que quieren tener todos los sistemas educativos, ahora se hace más necesario que nunca. El aumento de las desigualdades nos plantea que hay que abordar reformas estructurales pendientes que superen los guetos, bajen los ratios, apuntalen los apoyos socioeducativos y los equipos docentes y centren los objetivos.
Si miramos a las personas, a cada una, nos reconocemos como aprendices para toda la vida, en espacios y tiempos que se extienden más allá de las escuelas. Hoy sabemos que todo depende de que las personas seamos más autónomas, libres, a la vez que sociales, con un fuerte sentido de justicia y gratitud. Las grandes intuiciones del escultismo vuelven a estar en el centro de atención. Abrir la escuela al barrio, a la ciudad, hoy ofrece nuevas dificultades, y oportunidades que hay que crear.
A la distancia de seguridad, la mascarilla y el lavado de manos de estos días hay que añadirles condimentos de fondo que nos acerquen a la Naturaleza, a nosotros mismos y nuestro hondón y a las demás personas.
El cuidado y trabajo de las emociones es importante siempre, especialmente en tiempos de cambio y crisis, pero es también componente fundamental de la creación de valores. Cada persona tiene que gozar de un entorno facilitador para hacerse y ser, descubrirse y construirse.
Empezamos este curso a tientas, sin seguridades, poniendo en el centro lo esencial como corresponde a los tiempos duros. Lo hacemos centrados en cada persona, en educar y educarnos. Entrenemos nuestra mirada para que desborde sueños. Buen camino.