Hágase la luz
La felicidad no debería ser una cosa que se busca o encuentra. La felicidad debería ser el estado normal de las cosas y no deberíamos dejar que nada ni nadie nos la quite. Nacemos felices, sin preocupaciones, pero algo pasa en el transcurso de la vida que hay veces que parece que no está.
El escultismo nos ayuda a volver al origen, a cuando eramos felices. Olvidarnos de las complejidades y exigencias de una vida que nos atropella y exige más de lo que podemos dar. Estrés, deudas, expectativas, alarmas, intereses y demás barrotes acotan nuestra zona de confort siguiendo la hoja de ruta de referentes imposibles; influencers tradicionales, futbolistas/modelos; o contemporáneos, finas construcciones de historias pensadas y procesadas a golpe de filtro. Construir un mundo mejor para recuperar esa felicidad secuestrada por un sistema que la limita para podernos vender que hemos de recuperarla y que para ello hemos de consumir.
Tomar el timón de nuestras vidas, empoderarnos y estar conformes con nuestras propias metas. Aprender a repartir tareas y a ser capaces de llevarlas a cabo con ayuda o por nuestra cuenta. Reflexionar y mejorar nuestro plan de vida para seguir adelante.
El mejor marco para acercarse a esto, es el natural. Barro hasta la rodilla, lluvia resbalando por la cabeza, hierba bajo los pies descalzos, saltar al río, celebrar a aita/ama en una catedral de columnas de madera sin pulir, aullarle a la luna, contar historias bajo las estrellas al calor de la hoguera, disfrutar de sonreír sin saber muy bien porque, reírse sin chiste y correr sin ir a ningún sitio. Vivir la naturaleza siendo capaces de vivir con poquito. Campamento.
Importante reto, volver a la jungla de asfalto y mantener ese estado de sosiego y tranquilidad. Debemos permitirnos ser felices. La felicidad está ahí, cuando no la escondemos con otras cosas, en nuestro interior. Debemos salir a buscar eso que la eclipsa y hacerlo rodar para otro lado, de tal manera que la oscuridad se aleje.