Eurovisión, el festival de la ‘paz’

Hablemos de Eurovisión, el festival que nos recuerda a la sociedad europea (y otros países que no lo son, pero también participan) lo importante que es la paz y la unidad, celebrada con música. Este año, este histórico festival que congrega a millones de espectadoras frente a la televisión en todo el mundo se celebra en un país no europeo, no unificado y, sobre todo, nada pacífico. Así es desde que Netta ganara el festival el año pasado en Lisboa. Tanto ella, que realizó su servicio militar en la Guerra de Gaza de 2014, como el presidente de su país, Benjamin Netanyahu, se han dedicado a promocionar Jerusalén como capital para la celebración de este certamen. Aun así, Europa todavía no es Estados Unidos y Tel Aviv, una ciudad menos conflictiva, más pacífica y moderna, ha sido seleccionada como sede del festival este año.

Tel Aviv ha sido seleccionada como una capital LGBT-friendly, abierta, plural y pacífica. Sin embargo, el Expo Tel Aviv, el estado donde se celebran las semifinales y se celebrará la Gran Final este sábado, forma parte de unas tierras expropiadas a la población palestina local de Jaffa en 1948, cuando esta ciudad era uno de los puertos más importantes de todo el Mediterráneo Oriental. Esta ciudad presume de ser abierta con su estrategia de pinkwashing, aunque la poca apertura que se observa reside en las pocas personas que protestan en contra de la ocupación ilegal de territorios palestinos. De hecho, estos manifestantes se han multiplicado desde la llegada del actual presidente y en contra de la violencia que las fuerzas armadas israelíes (el Tsahal) ejerce sobre la población palestina, en especial, en la Franja de Gaza.

En concreto, Israel ha reforzado su ofensiva en Gaza en las últimas semanas. Siguiendo la estrategia de represión tras la Gran Marcha del Retorno que comenzó a finales de marzo del año pasado, el fin de semana del 5 y 6 de mayo, dos semanas antes de la celebración del festival, 25 personas, 21 palestinas y 4 soldados israelíes, murieron en los intercambios de cohetes y bombardeos.  Consiguieron llegar a un alto al fuego ese mismo fin de semana, con el objetivo de no embarrar más el contexto de Eurovisión.

Ante esta situación el movimiento Boicot, desinversión y sanciones (BDS), ha recobrado mucha fuerza tanto internacionalmente como en el propio Israel. Este movimiento internacional de se centra en criticar las políticas de apartheid promovidas por el gobierno israelí y ha utilizado el proceso de selección y promoción de las candidaturas eurovisivas en toda Europa para promover el boicot de algunos países a la celebración de Eurovisión en el Estado judío. Entre las medidas de boicot, también se encuentra apagar la televisión en la emisión de la programación del festival, con el objetivo de reducir la multitudinaria audiencia para criticar las violaciones de Derechos Humanos y de Derecho Internacional por parte de Israel.

Por lo tanto, la crítica y el boicot a un estado que promueve políticas claramente contrarias a los valores europeos de respeto a los Derechos Humanos también está en nuestras manos, apagando la televisión este jueves y este sábado —días de la segunda semifinal y la final— y recordando que la paz y la unidad se promocionan partiendo desde el ejemplo.

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